Desde pequeños nos hemos acostumbrado a aprender historias de la Biblia del Antiguo Testamento, prácticamente bajo el mismo formato: primero la Creación, luego Adán y Eva, entonces pasamos a Caín y Abel y luego Noé construye el arca y así sucesivamente. Estamos súper familiarizados con las historias, quién hizo, quién fue, cómo fue, qué sucedió e inclusive hacemos competencias y debates. En fin, aprendemos mucho sobre las historias de la Biblia, pero, ¿de qué nos vale tanto conocimiento si no sabemos cómo aplicar estas historias a nuestra vida?
Más allá de la historia bíblica, debemos enfocarnos en el mundo de los jóvenes. Con este enfoque se puede lograr que los jóvenes puedan aplicar la Biblia en su diario vivir. No se trata de puro conocimiento de los hechos, sino de que la Palabra de Dios sea real en sus vidas.
En nuestro ministerio, nos dimos la tarea de enseñar la Palabra de Dios de una forma sistemática, donde demostramos que Jesús se encuentra de principio a fin.
“Jesús es la Palabra de Dios: en el Antiguo Testamento encontramos el plan de Dios con su hijo y en el Nuevo Testamento vemos el cumplimiento de ese plan.”
En cuanto a la manera sistemática en la que enseñamos, nos referimos a que si vamos a comenzar el ciclo de lecciones en el libro de Génesis, antes de hablar de la creación que se encuentra en Génesis 1, hablamos de lo que ocurrió antemano: la caída angelical que se describe en Isaías 14 y Ezequiel 28. En este caso traemos los detalles, pero aún más importante, traemos el enfoque y la aplicación de esta historia. Utilizando estos mismos pasajes de Isaías 14 y Ezequiel 28, damos énfasis al tema de la rebelión. Explicamos que es todo lo que se opone a la autoridad, que la rebelión nace del corazón de Satanás, que pone en primer lugar a la persona antes que a Dios y que trae maldición (Romanos 13:2).
Entonces traemos la aplicación conforme a las necesidades y realidades de los jóvenes. Bajo el ejemplo antes mencionado, hablamos de la honra y respeto a las figuras de autoridad: padres, pastores, líderes, maestros, policías, gobernantes etc. Les damos a entender que no es una obligación sino un mandato de Dios y que si nos resistimos a esta orden lo estamos resistiendo a Él mismo porque quien pone las autoridades es Dios. De esta manera logramos que los jóvenes puedan identificarse con la Palabra de Dios.
“El contenido de las lecciones debe enfocarse en proveer herramientas que sirvan de base para que el joven pueda aplicarlas de la forma más correcta, según las circunstancias que enfrentan en su diario vivir.”
Esto es solo un ejemplo de cómo enseñamos a nuestros jóvenes en el ministerio. Más adelante hablaremos de manera más profunda sobre estrategias, planificación de lecciones, formato, desarrollo de equipo de maestros, juegos y dinámicas.
Salmos 119:103–104: “¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca. De tus mandamientos he adquirido inteligencia…”