La enseñanza de la Palabra de Dios es columna de la Iglesia local. A esto somos llamados. Hemos visto que con el tiempo la Escritura ha sido maltratada. Muchos pasajes han sido sacados de su contexto y es probable que hayamos crecido con una interpretación errónea sobre estos. Por tal razón, no podemos depender completamente de nuestro conocimiento y experiencia a la hora de enseñar a otros acerca de la Palabra de Dios.
“Como líderes no somos llamados a enseñar nuestra perspectiva acerca de la Escritura, somos llamados a enseñar la verdad que está en el corazón de Dios.”
Para tener contacto con lo que está en el corazón de Dios, tenemos el Espíritu Santo viviendo en nosotros. La sana enseñanza es posible cuando cultivamos y dependemos de una llenura del Espíritu, particularmente en dos áreas específicas:
Vida personal: Es imposible enseñar acerca de lo que no conocemos. Como líderes, debemos buscar llenura del Espíritu y prepararnos para ser instrumentos listos para bendecir. Primero, buscamos llenura cultivando una relación con el Espíritu y teniendo tiempo devocional diariamente: la oración, el estudio de la Biblia y la meditación en ella. Es una búsqueda que se convierte en un estilo de vida. Segundo, debemos prepararnos con conocimiento y ser responsables con el material de cada lección. La oración y el estudio profundo (búsqueda de historia, definición de conceptos claves, etc.) son elementos que amplían tu conocimiento y proveen entendimiento del material más allá de lo que preparas. De esta manera, das excelencia en todo lo que cae en tus manos y es a través de esto que recibimos esa llenura que más adelante será impartida a través del estudio bíblico.
Vida ministerial: Es importante someternos al liderazgo a cargo del ministerio de estudios bíblicos. Más allá de nuestros pastores, estas son autoridades puestas por Dios (Ro.13:1). Es a través de esta relación de liderazgo que podemos recibir un cuidado sobre lo que enseñamos. Mientras nos preparamos, pueden surgir momentos de duda, inquietud, desconocimiento, etc. Por eso es importante acudir a un líder maduro, con un testimonio intachable como resultado de su preparación y relación con Dios. Ellos están ahí para enseñarnos y cuidarnos de una mala interpretación y, por consiguiente, de una mala enseñanza.
En todo esto partimos del ejemplo de cómo Jesús enseñaba. Él no se paró a enseñar acerca de la Escritura según su propio entendimiento, sino que Él dedicó tiempo para intimar con el Padre y así conocer Su voluntad. Jesús se preparó y siempre dependió del Espíritu Santo para enseñar.
Así como Jesús siempre dependió del Espíritu, nosotros somos llamados a reflejar su ejemplo en la manera que enseñamos, no con nuestro propio entendimiento, sino a base de una relación que se desborde y que edifique a otros a través de la enseñanza.